OPTIMISMO Y PESIMISMO
El tipo se hace pesimista, por lo general, a fuerza de ir viendo lo que les pasa en la vida a los optimistas.
Hay un optimismo capaz de producir pesimismos: y es el de los optimistas que enajenan el presente, que desatienden la hora en que se vive a fuerza de anticiparse un futuro prodigioso de esa hora.
Aspirar a la plenitud es un modo de conspirar contra ella. Quien aspira a mucho, en efecto, siempre se siente defraudado por lo que pudo, luego, conseguir.
Cada hora de la vida tiene una riqueza, un significado y un sentido. Cuando el tipo no aprovecha esa riqueza, no advierte ese significado, no entiende ese sentido, ha sufrido una pérdida que ya con nada podrá compensar.
No es optimismo auténtico el de quien espera confiado a que la realidad llegue a tener el tamaño de sus sueños: lo es, en cambio, aquel capaz de vivir su sueño como una realidad.
Esperar a que una ilusión se realice, es una falta de respeto para con la ilusión.
Esperar a que se transforme en una cosa que pueda tocarse o guardarse en el cofre-fort o ponerse en la heladera, es quitarle a la ilusión sus valores más ciertos y su gracia más diáfana y su gloria más pura.
Es confundir a la ilusión con un pagaré. Dicen los pesimistas que no puede haber felicidad completa, porque están aburridos de ver la decepción de los optimistas que creían que podía haberla.
Pero es que la felicidad no es nunca una cosa hecha: se va haciendo.
No se trata de que el tipo piense, edificado, en que llegará a ser feliz: se trata de que, lúcido, vaya siendo feliz.
A cada momento el tipo está llegando a algo. Lo malo es que no se da cuenta.
Nada de lo que pasa, pasa. Todo se hace nuestro.
Y el tipo, que siempre quiere apoderarse de todo ¡nunca sabe ser dueño de nada!
La felicidad no puede estar al fin de ningún camino: debe ir estando en el camino.
No es, nunca, una cosa hecha: es intención y referencia, es conciencia y fe.
No busca el camino hacia una cosa: se hace, entre las cosas. un camino. . .
Todo momento es algo, todo paso es una decisión.
Cada latido es un regalo.
Por no haber entendido eso tuvo que confesar, allá en sus años viejos, la Marquesa de Sevigné:
__" ¡Qué feliz era yo en aquellos tiempos en que era infeliz...!”
Arthur García Nuñez —Wimpi—
(1905 / 1956), humorista, guionista, y periodista nació en Montevideo. Trasladado con su madre a Buenos Aires, estudió en el Colegio Nacional Mariano Moreno e ingresó en la Facultad de Medicina de Buenos Aires.
(1905 / 1956), humorista, guionista, y periodista nació en Montevideo. Trasladado con su madre a Buenos Aires, estudió en el Colegio Nacional Mariano Moreno e ingresó en la Facultad de Medicina de Buenos Aires.
Abandonó la carrera de medi- cina para viajar a la provincia de Chaco en busca de aven- turas. De regreso en Montevideo fue redactor de El Imparcial y El Plata. Tanto en el medio gráfico como en la radio ganó prestigio en su actividad periodística.
Su aparición en Buenos Aires en 1946 es un verdadero suceso, amparado en un trabajo lúcido y vivaz. El gusano loco y Los cuentos del viejo Varela, fueron los únicos libros publicados de Wimpi, producto de sus propias vacilaciones.
Pero su gran éxito lo constituiría el programa radiofónico Ventana a la calle (1951), en el que impone su particular estilo mediante charlas de contenido espiritual y mundano salpicado con un humor especial.
Las diferencias entre cultura y saber, la felicidad, el amor propio, las limitaciones del “tipo”, denominación que en su particular imaginario adquiere la humanidad, la incidencia de la guerra en el hombre, son algunos de los temas que en forma amena y profunda disfrutaban sus “radioes- cuchas”.
Su rígida autocrítica lo llevó a destruir otras obras de su producción, y acaso el mismo destino pudieron haber seguido: La taza de tilo, Ventana a la calle, Cartas de animales, Viaje alrededor de un sofá, Vea amigo, La risa, Los cuentos de Don Claudio Machín, El fogón del viejo Varela y La calle del gato que pesca.
Paradójicamente su inesperada muerte los salvó de ese destino. El 9 de setiembre de 1956, inesperadamente, falleció en Buenos Aires. Estas obras, justo reconocimiento, fueron publicadas póstumamente en virtud del afecto y respeto profesional de quienes lo conocieron.
Hombre de espíritu vivo, destaca su obra por la frescura y el ingenio de sus personajes y en especial el humor deslumbrante que transmite.
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