Año 2. N 24 Punta Arenas, 7 de septiembre de 1991
DON JUAN VIOLIC MASLE, UN NIÑO EMPRENDEDOR
Por Silvestre Fugellie
¡Cuántos colonos llegaron imberbes a estas tierras desoladas! Los ejemplos abundan tanto como los coironales en las pampas. Desde patrias lejanas y en plena madurez, progreso y civilización, esos hombres de distintas latitudes fijaron sus hogares en Magallanes, ante la promesa de fértil y ágil fortuna, y con la ilusión dorada de sus sueños de oro. Y Juan Violic Masle fue uno de ellos. Había nacido en Orasac, Dubrovnik, Yugoslavia, en 1881. El 13 de mayo de 1892 arribaba a Punta Arenas. Un niño, tenía apenas 11 años. Con tan corta edad ya había desempeñado labores en las costas dálmatas, cuna de marinos. Y esta inclinación innata le llevó a embarcarse de tripulante en los vapores que hacían el cabotaje regional. Trabajó en el astillero de Doberti y compañía perfeccionándose en la construcción de naves ligeras, y en 1908 era socio de esa firma que explotaba un varadero situado al final de la calle Ecuatoriana con playa. Allí laboró por espacio de 24 años y se hizo experto en la fabricación y dirección de obras marítimas. El astillero Doberti se había fundado en 1896 y era muy activo. A principios de siglo el movimiento ganadero exigía medios necesarios para el traslado de productos, implementos y personal laboral hacia los lugares donde tenían asentados sus establecimientos dando, por lo tanto, un gran incremento a la construcción de embarcaciones y mucho trabajo a los astilleros, como así también a los carpinteros de ribera. De aquellos galpones de Doberti y Violic salieron los cúteres Gaviota, Palena y Ligure; Los vapores Fueguino y Minerva; las lanchas Emma y Esther; los remolcadores Silvia, Anita, Kosmos, Panchito, Neptuno y Júpiter; las goletas Celia, Cabeza del Mar, Emilia, Carlitos, Precila y Renato; y un centenar de lanchas, lanchones de cargas, chalupas y elementos náuticos. En el varadero trabajaban 180 obreros. El vapor Minerva hacía la travesía a Porvenir y los lanchones de 200 a 300 toneladas eran remolcados a Buenos Aires, algunos adquiridos por la firma Mihanovic de la metrópoli bonaerense. Junto a Eduardo Doberti Parodi habían formado una pequeña naviera cuya flota estaba compuesta de las goletas Emma y Celia de 100 a 200 toneladas y otras embarcaciones menores, que transportaban mercaderías, maderas, lanas, animales, en viajes a Malvinas, Comodoro Rivadavia, San Julián y principalmente en itinerarios a puertos y caletas de la región magallánica. Violic fue asesor técnico de la naviera Almirante Señoret y también se dedicó al salvamento de naves naufragadas en el estrecho de Magallanes. A propósito de uno de ellos, muy comentado, fue el que hizo a un vapor inglés encallado en Punta Delgada. La nave había perdido parte de su proa y Violic reparó la avería con madera y cemento, dejándola tan sólida y consistente, que el barco que debía dirigirse a Buenos Aires para una reparación definitiva, optó por continuar viaje directo a Inglaterra donde llegó sin contratiempo alguno. La Lloyd de Londres felicitó a Violic por su trabajo efectivo. Aunque naviero, también efectuó otras tareas, por ejemplo: Trasladó la casa del Padre del Obispo Vladimiro Boric como si fuese un buque, montada sobre anguillas. En 1912 sacó de un lanchón hundido, el que reflotó, la virgen del antejardín de la Catedral. A comienzos de siglo levantó la chimenea de la usina eléctrica de Punta arenas. Este conducto tenía 50 metros de largo por 1.70 de diámetro y pesaba unas 25 toneladas. Estaba tendido en calle Sarmiento con avenida España y se estimaba imposible elevarlo debido a la falta de medios técnicos y maquinarias como tractores y grúas; pero la tarea bajo la supervisión de Violic se realizó empleándose únicamente algunos implementos rudimentarios tales pastecas, cables de acero, y un cabrestante accionado por fuerza humana. Otra de sus obras fue la dirección de los trabajos para alzar la primera cruz del Cabo Froward (Indómito), inaugurada el 21 de diciembre de 1913 en honor de la victoria de la Constantino , que permitió tolerar el cristianismo en el Imperio Romano. "Refieren los historiadores que cuando Constantino I iba a combatir contra Majencio, se apareció a su ejército una cruz rodeada de estas palabras "In hoc signo vinces". (Por este signo vencerás) que él hizo pintar sobre su estandarte o lábaro". La instalación de la cruz fue aprobada por el episcopado chileno y el Presidente de la República de entonces, don Ramón Barros Luco, cuya representación le cupo al gobernador del territorio de Magallanes, don Fernando Chaigneau. Los peregrinos viajaron a esa punta de tierra que se interna en el mar, en los vapores regionales Santa Cruz, Austral y Porvenir. El símbolo era de hierro y estaba asentado sobre una base de concreto; pero en ese peñón indómito los vientos constantes abaten cualquier obstáculo y la cruz fue arrollada y desbarrancada, sumiéndose en las aguas del estrecho. Más tarde se alzó otra de concreto armado en el mismo lugar, la que también fue derribada. Ahora hay una tercera que desafía con mayor solidez los enojos imparables de Eolo. El promontorio donde se instaló la primera cruz tiene unos 360 metros desde el desembarcadero y los hombres debían subir los materiales a pulso haciendo el trayecto de unos dos kilómetros. Efectuaban dos viajes por día. Las actividades de Violic no sólo fueron industriales, comerciales y ganaderas, sino que también abarcó las sociales y benéficas. En conciso detalle exponemos algunas: En 1902 fue uno de los socios fundadores de la Federación Obrera de Magallanes. En 1925 ingresó al Cuerpo de Bomberos: fue director de la Cuarta Compañía y miembro activo por más de 50 años. También ocupó el cargo de comandante y más tarde el de vice superintendente del Cuerpo. Por tales méritos se le declaró Miembro Honorario de la institución. Perteneció a varias entidades: Sociedad yugoslava de Socorros Mutuos, Cruz Roja Chilena, Club Deportivo Sokol, presidente en varios períodos del Club Social Yugoslavo y miembro de la organización para la defensa de Yugoslavia y su unificación e independencia. El 30 de abril de 1936 la alcaldía le confirió la Medalla Municipal y en 1940 el Presidente de la República le otorgó la Condecoración al Mérito "Bernardo O'higgins" en el grado de Oficial y el Diploma a extranjeros que se distinguen por sus labores en beneficio de la comunidad. En sus incursiones ganaderas se hizo socio del establecimiento "Lennox" junto a Jorge Jordan y Esteban Domic, que explotaba las tierras de esa lejana isla del canal Beagle. Al rematar dos lotes en Tierra del Fuego se integró a los primeros colonos de la gran isla, conformando su estancia "Los Onas". En es tiempo los materiales e implementos de ganadería debían llevarse desde Porvenir a la estancia en Carretas tiradas por bueyes.
Este medio demoraba ocho días en llegar a su destino. Sus primeros lanares fueron arreados desde San Julián, Argentina; péro en el trayecto apenas sobrevivió un cuarenta por ciento del total adquirido. En 1926 se hizo socio de la firma comercial Blazina, que posteriormente pasó a denominarse Violic y Blazina. Recuerdo que cuando llegué a vivir al litoral, la familia Violic residía en calle Ecuatoriana a la altura del 1056.
Muchas veces me topé con la figura señera de don Juan. Yo era un barrabás que rondaba por los tiempos de mi infancia traviesa. Nuestros juegos se hacían alrededor de chatas y chalupas sobre la arena y a veces trepando a bordo de una goleta o cúter en reparación, para convertirnos en tripulantes o piratas en una navegación por los mares de nuestras ilusiones. Bajábamos a las bodegas de las naves varadas y cuando volvíamos a nuestros hogares lo hacíamos saturados de merlín y meollar, a brea y con hilachas de quilineja, estopa, filástica y también con manchas de pinturas antióxidos en nuestros uniformes escolares, tal si nos hubiésemos revolcado en la sentina de algún viejo velero.
Don Juan Violic Masle falleció el 13 de noviembre de 1955. Un niño yugoslavo que se hizo hombre magallánico con su esfuerzo, constancia y capacidad, y cuya bonhomía había favorecido a muchas entidades caritativas con su ayuda permanente. Y todo transcurrió - como tituló a una de sus obras el escritor Nicolás Mihovilovic - "Entre el cielo y el silencio". Sí, y también entre el desamparo y el aislamiento de este confín del mundo.
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