miércoles, 9 de noviembre de 2011

Arturo Cancela - Las últimas hamadríades

Hamadríades: deidades paganas que habitan en los troncos de los árboles.




La parra y la higuera


 D. Bartolomé Gordillo vio la luz por primera vez en Buenos Aires allá por el mes de enero de 1862. Nunca esta metáfora inevitable en las biografías estuvo más justificada que en el presente caso, pues D. Bartolomé nació de día, en el mes más luminoso de Buenos Aires, y en una casa como las de aquel tiempo, visitada constantemente por el sol: diez habitaciones corridas, con dos patios, el último de los cuales sombreado por la parra tradicional y, al fondo, junto con los granados y la frondosa magnolia, la higuera familiar. ¡La parra y la higuera! Como las hadas tutelares de los cuentos de niños, se habían inclinado sobre su cuna y murmurado, al soplo de la brisa vespertina, bendiciones y promesas. Para los padres —pareja romántica de ceñida levita y pomposo miriñaque— aquella agitación de las hojas sobre la cabecita rubia de su primer hijo no significó otra cosa sino que había empezado a levantarse el viento.

—Hay que entrar la cuna —dijo el padre—, empieza la fresca.[1]

—¡Desideria! —gritó la señora, abandonando la mecedora.

Vino la mulata y entre ambas llevaron la pesada cunita desde donde el niño sonreía a los pesados racimos pintones.

Desde aquella su primera salida al patio, el pequeño Bartolomé tuvo dos madrinas ignoradas, dos deidades benévolas que velaron por él con misteriosa fidelidad. De niño, sus frutos le hicieron conocer la inquietud del deseo, la dicha efímera del goce. De joven, su sombra alivió su cabeza trastornada por la declinación de los casos latinos y las miradas profundas de las bellas porteñas. De hombre...


Los frutos prodigiosos

...de hombre D. Bartolomé Gordillo no tuvo más apoyo en la existencia que su parra y su higuera. No quiere decir esto que, como los paisanos de los cuentos de don Lucas Córdoba, haya pasado su vida a la sombra de la una o apoyado en el tronco de la otra, alimentándose parsimoniosamente de sus frutos, sino que gracias a sus brevas famosas y a la perfección de sus dorados racimos logró la consideración de sus jefes, la simpatía de sus vecinos y la asiduidad de unos parientes lejanos cuyos sentimientos familiares parecían agudizarse con la entrada del otoño.

El cólera del '78[2] le había arrebatado a sus padres y huérfano a los dieciséis años sin otra compañía en el viejo caserón que la de una tía solterona, comenzó su vida consciente, desprovisto de ayuda, protección y consejo. Tímido, humilde, vestido siempre por su tía a la moda del año 60, el joven Bartolomé Gordillo pasó su primera mocedad transportando cartas de recomendación de unos personajes a otros, sin alcanzar jamás el empleo prometido. Hasta que un día, la vieja solterona tuvo la genial idea de acompañar la milésima carta obtenida con una bandeja de brevas y, ¡oh prodigio!, el nombramiento apareció a la semana siguiente.


El secreto del éxito

Después de este prodigioso resultado, D. Bartolomé Gordillo colgó para siempre la levita de rigor con que acompañaba a misa a su tía y hacía sus inveteradas visitas de postulante, y vistió, también para siempre, la chaquetilla de alpaca del empleado nacional. Pero la vistió con cierta seguridad, con la supersticiosa confianza de los que poseen un talismán: D. Bartolomé confiaba en sus higos.

Cuando llegaba la estación empezaba a distribuirlos por riguroso orden jerárquico. Desde el ministro hasta el superior inmediato, todos los funcionarios de la repartición conocieron, una vez por año, el placer de saborear sus brevas rojas y azucaradas, las más tempranas y dulces en todo el barrio del Alto. Cuando no, eran los racimos dorados en los que venía apresada la luz de las tardes otoñales.

De este diezmo anual no se hablaba nunca abiertamente en la oficina. Solamente, hacia el fin del verano, solía ocurrir que, inclinándose sobre la mesa, su jefe le preguntase:

—¿Y, Gordillo, cómo anda eso?

—Pintando, D. Roque.[3]


El asedio al solar

A la sombra de la higuera D. Bartolomé fue cumpliendo una discreta carrera administrativa. Con el andar de los años había ido quedándose sin parientes ni amigos. La tía solterona murió poco después del primer ascenso; los parientes habían ido “desapareciendo” y la descendencia se desparramó; los viejos vecinos, tras la intendencia de D. Torcuato, habían dejado sus casas y, uno después del otro, se mudaron a los nuevos barrios del norte. D. Bartolomé quedó como único testigo del pasado señorial de aquella calle en que habían vivido los virreyes, los generales de la Independencia y los ministros de la Federación. Pero cuando le preguntaban si vivía solo replicaba con perfecta sinceridad:

—No, tengo una parra y una higuera.

Las dos hamadríades seguían influyendo favorablemente en el destino burocrático y en la consideración del “viejo Gordillo” y éste les devolvía el favor con sus cuidados asiduos y una lealtad a toda prueba.

Por ellas rehusó vender su casa todas las veces que se lo propusieron, y se lo propusieron muchas veces. Desde la presidencia de Juárez hasta la de Alvear, en todos los períodos de alza de la propiedad, los comisionistas y especuladores intentaron vanamente convencerlo con el ofrecimiento de cantidades siempre crecientes, pero D. Bartolomé sonreía y movía la cabeza.

Fue así como el viejo solar de los Gordillo quedó enclavado en pleno centro, como un residuo olvidado de tiempos idos. Al trasponer su umbral uno retrocedía tres largos cuartos de siglo.


Las últimas hamadríades

No pudiendo vencerlo de frente, el progreso lo fue cercando con astucia. Primero fue una enorme casa de departamentos que, elevándose por los fondos, privó de la primera luz de la mañana a su pequeña huerta. Ese año las brevas fueron más menudas y maduraron con retraso. Después, por el costado del Norte, elevado edificio de oficinas levantó sus paredes lisas que asombraron el jardín y los dos patios al pasar el mediodía. Esta vez la parra se secó y las brevas fueron escasas. Por último, en la acera de enfrente comenzó a levantarse un gran cinematógrafo que le cortó la última luz del crepúsculo, aunque, irónica compensación, lo inundaba, por la noche, con los reflejos rojizos de sus anuncios luminosos.

D. Bartolomé Gordillo fue secándose junto con su higuera. El pasado verano, desde una de las ventanas altas de la vecina casa de departamentos, aún podía vérselo, sentado frente a ella, espiando con ansiedad los últimos signos de la vida de su árbol tutelar. Los dos ancianos murieron juntos al final de la estación.

Hoy el solar se halla abandonado y los orgullosos edificios que lo rodean ignoran que han matado —asfixiándolas como en una mazmorra— a las últimas hamadríades de Buenos Aires.




De Campanarios y rascacielos



[1] La hora en que refresca.


[2] Temible epidemia que en 1878 azotó a la población de Buenos Aires.


[3] Se va concretando.







Arturo Cancela (1892-1957) ocupa un lugar de privilegio entre los humoristas argentinos. Ironía, parodia, sátira, pero sobre todo humor fueron los modos de registrar la hipocresía, el engolamiento, la improvisación de la vida nacional. Tres relatos porteños en 1922. Publicó más tarde El burro de Maruf (1925), ensayos; Film porteño (1933), su más ácida sátira política, y dos novelas: La mujer de Lot (1939) y esta Historia funambulesca del profesor Landormy, aparecida en 1944. En ella pone la mira en esos "visitantes ilustres", extranjeros ejemplares bien dispuestos a desentrañar el destino del país y las modalidades del ser nacional, que arribaron a Buenos Aires entre el Centenario y la presidencia de Alvear: Anatole France, Clemenceau, el conde de Keyserling... Cancela introduce al "ilustre" Abel Dubois Landormy, cuyas peripecias sostienen una de las más interesantes novelas argentinas.


Eduardo Wilde, Roberto Gache, Enrique Méndez Calzada, Enrique Loncán comparten con Arturo Cancela la tarea de contemplar con humor al mundo porteño entre fines del siglo XIX y las primeras décadas de éste. Como ellos, Arturo Cancela fue periodista. En las páginas de los diarios fue destilando su humor agudo, rápido en recoger el episodio, la manía, los caracteres, que definían al hombre de su tiempo, apoyado en una filada percepción y en una vasta cultura, casi erudición lisa y llana, pero también en lecturas de Voltaire, de Swift, de Chesterton, de Alphonse Allais...

Cuando ya ha superado la treintena -Cancela nació en 1892- parece decidirse a reunir unos pocos relatos en libro: en 1922 se edita Tres relatos porteños, que obtiene el Premio Municipal de Literatura y un notable éxito de público. Éxito sostenido no solo por su capacidad de satirizar zonas críticas de la realidad de entonces sino también por sus indudables dotes narrativas que merecerían hoy una nueva consideración de su obra.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Por una sociedad sin clases ...

... que la huelga de los docentes dure todo el año escolar.



Contribución de Homa Barbacana para apoyar a nuestro gobierno nacional y popular.



viernes, 30 de septiembre de 2011

Epilepsia con sindrome de fuga disociativa - Un caso clinico con diagnostico desconocido en su epoca

Consiste en la fuga del paciente de su hogar y trabajo habitual durante días, no recordando datos importantes de su identidad anterior (familiares,
trabajo...). Cursa con amnesia de su vida anterior, pudiendo adoptar incluso nuevas identidades y ocupaciones.
Todo esto provoca un malestar clínico importante o deterioro laboral y social añadido. Los lugares elegidos por el paciente para la fuga suelen ser conocidos anteriormente o con una repercusión afectiva significativa. Existen cierto tipo de personalidades que predisponen a este trastorno como la personalidad de tipo límite, histriónica y esquizoide; también los estados depresivos, la epilepsia y los traumatismos craneales pueden aparecer de base en un paciente con fuga disociativa, aunque la causa que la desencadena suele ser una situación estresante vivida por el paciente o crisis personales con intensos conflictos internos, intentando, por medio del desplazamiento a otro lugar lejano al domicilio habitual, el aislamiento de experiencias emocionales especialmente dolorosas para el paciente.
En el diagnóstico de este trastorno destacar la presencia de características de la amnesia disociativa, la fuga en sí y la conservación del cuidado de sí mismo en las necesidades básicas así como la normal interacción con el nuevo entorno en el que se encuentra el paciente.

Este trastorno no debe aparecer en el curso de un trastorno de identidad disociativo, como resultado de ingestión de sustancias o de patología orgánica general.
Haremos el diagnóstico diferencial principalmente con la demencia, el delirium, la epilepsia parcial compleja, la amnesia disociativa y la simulación, siendo este último bastante difícil de diferenciar con la fuga.
El curso de la fuga suele ser de horas a días, mostrando una remisión rápida y espontánea (quedando amnesia del periodo de fuga ) y las recurrencias son raras.


El nombre real de una de las escritoras más famosas de la historia de la literatura fue el de May Clarissa Miller. Agatha Christie, como se la conoce en la actualidad, fue la autora de más de 80 grandes novelas policíacas. En 1914 se casó con el coronel Archibald Christie, y en 1926, después de doce años de un turbulento matrimonio, comenzaron a ocurrir hechos misteriosos.

Agatha desapareció mientras vivía en Sunningdale, en Berkshire, el 3 de Diciembre de 1926. Su coche abandonado fue encontrado cerca de un lago en Newland’s Corner, en Surrey, provocando el inicio de una investigación policial y de mucha especulación por parte de la prensa. Hubo teorías que afirmaban que se había fugado, o que se había incluso suicidado, llegando a contarse que todo era una simple publicidad para sus obras.
Pero Agatha fue encontrada tres semanas más tarde en el spa del Hotel Hydropathic, en Harrowgate, donde se había alojado con un nombre diferente y había permanecido desde el primer día de su desaparición. Allí fue reconocida por uno de los huéspedes del hotel. Cuando Archie Christie llegó para identificar a su esposa, ella no negó ser Agatha Christie pero alegó que sufría de amnesia y dijo que no tenía ni idea de cómo había podido llegar hasta aquel spa de Harrowgate.

Por lo visto el matrimonio de Agatha y Archie comenzaba a ir de mal en peor. Él comenzó a verse con otra mujer, Nancy Neele, y en 1926 le pidió el divorcio a Agatha. Muchos creen que la escritora, molesta por el inminente divorcio y la reciente muerte de su madre, pudo haber sufrido una crisis nerviosa que la llevó a desaparecer de esa manera.

En el momento de su desaparición, Agatha era ya una reconocida escritora de novelas de misterio. Su última novela, El asesinato de Roger Ackroyd, la había hecho famosa y su desaparición llegó a ocupar durante tres semanas las principales portadas de los periódicos. Nadie podría haber imaginado que la propia Agatha tuviera incluso misterios sin resolver en su propia vida real.
Muchos piensan que la desaparición de Agatha se debió a que ella quería avergonzar a su marido o convertirlo en sospechoso de asesinato. Las especulaciones de que Archie hubiera podido asesinar a su famosa esposa llevaron a la policía a iniciar una intensa investigación que incluía las grabaciones al teléfono del marido. De hecho, una de las razones por las que los investigadores creyeron que  la desaparición de Agatha Christie se produjo como venganza hacia su marido fue el hecho de que ella firmara en el hotel bajo el nombre de Teresa Neele, el mismo apellido que la amante de su esposo.

Pero las teorías más aceptadas fueron las de un ataque de amnesia. El biógrafo de la escritoria, Andrew Norman, ha intentado demostrar que Agatha sufrió una rara forma de estrés que le llevó hasta la propia amnesia.

Cualquiera que fuera la causa de su misteriosa desaparición, Agatha Christie no volvió nunca más a hablar sobre ello. Si fue debido a la amnesia o bien un intento de vengarse de su marido, el enigma se encuentra para siempre alojado en la tumba de la escritora.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

Familiaridades no deseadas

Borges era tío de Perón

Un historiador revela los vínculos de sangre entre el célebre escritor y el ex presidente.

Por Darío Silva D'Andrea (*) | 27.09.2011 | 15:12

foto perfil.com

Quién es el antepasado que comparten Borges y Perón. | Foto: Cedoc

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Adoptando una de las célebres frases de Jorge Luis Borges, la historia argentina puede decir que al escritor y a Juan Domingo Perón no los unió el amor ni el espanto. Pero ahora comprueban que la sangre es lo que unía a estos dos hombres, considerados entre los más influyentes de la historia argentina en el siglo XX.
Según un libro lanzado recientemente, titulado Eva Duarte y Juan Perón: la cuna materna, y escrito por el historiador Ignacio Coppet, el escritor y el presidente compartieron un antepasado en común, que vivió en el siglo XVIII.
En el apartado subtitulado “Perón y Evita descienden de conquistadores. El Parentesco de Borges y Perón”, Cloppet asegura que el escritor y el general descienden del Maestre de Campo don Pedro Pascual de Acevedo, “quien pobló de descendientes la pampa santafesina y bonaerense y uno de los primeros habitantes de Rosario”, por entonces la capital económica de la provincia de Santa Fe.
El prolífico terrateniente tuvo dos esposas. De los hijos de la primera, doña Estefanía de Obelar, desciende Perón (1895-1974), mientras que Borges (1899-1986) desciende de los hijos de su segunda mujer, doña Tomasa Benítez. Entre los descendientes de Acevedo figuran también los presidentes Luis Sáenz Peña (1892-95) y Roque Sáenz Peña (1910-1914).
“Borges tenía una diferencia de cinco generaciones con aquel terrateniente, mientras que Perón tenía ocho, de modo que el escritor era un tío lejano del presidente y general”, asegura el historiador, mientras aclara: “Yo no intento conciliarlos. Lo que digo es que tenían un tronco en común, una misma sangre”.
Borges no sentía estima por los partidarios del general Perón, cuyo mandato recordó siempre como “los años de oprobio”. Admitía que los peronistas “no son ni buenos, ni malos… sino incorregibles”, y advertía en Perón un “hombre capaz de todos los males”.
Se dice que estando ya ciego, un joven se ofreció a ayudarlo a cruzar una avenida y a mitad de camino le dijo: “Disculpe maestro, pero le tengo que decir... soy peronista”. Borges sonrió diciendo: “¡No se preocupe!, yo también soy ciego”.
El desprecio era recíproco: con la llegada del peronismo al poder, en 1946, Borges fue obligado a renunciar a su empleo como bibliotecario y tomar el degradante puesto de “inspector de mercados de aves de corral” por el gobierno.
Según Cloppet, Borges tenía ciertas sospechas sobre su parentesco con Perón. Por eso, cuando se enteró que su sobrino Miguel de Torre Borges investigaba su genealogía, le pidió que no indagara demasiado: “No siga moviendo el árbol genealógico, no vaya a ser cosa que seamos parientes de Perón”.

(*) especial para Perfil.com
 

martes, 27 de septiembre de 2011

Impronta de J. L. Borges en Adrogue


   
Adrogue
Nadie en la noche indescifrable tema
Que yo me pierda entre las negras flores
Del parque, donde tejen su sistema
Propicio a los nostálgicos amores

O al ocio de las tardes, la secreta
Ave que siempre un mismo canto afina,
El agua circular y la glorieta,
La vaga estatua y la dudosa ruina.

Hueca en la hueca sombra, la cochera
Marca ( lo sé) los trémulos confines
De este mundo de polvo y de jazmines,
Grato a Verlaine y grato a Julio Herrera.

Su olor medicinal dan a la sombra
Los eucaliptos: ese olor antiguo
Que, más allá del tiempo y del ambiguo
Lenguaje, el tiempo de las quintas nombra.

Mi paso busca y halla el esperado
Umbral. Su oscuro borde la azotea
Define y en el patio ajedrezado
La canilla periódica gotea.

Duermen del otro lado de las puertas
Aquellos que por obra de los sueños
Son en la sombra visionaria dueños
Del vasto ayer y de las cosas muertas.

Cada objeto conozco de este viejo
Edificio: las láminas de mica
Sobre esa piedra gris que se duplica
Continuamente en el borroso espejo

Y la cabeza de león que muerde
Una argolla y los vidrios de colores
Que revelan al niño los primores
De un mundo rojo y de otro mundo verde.

Más allá del azar y de la muerte
Duran, y cada cual tiene su historia,
Pero todo esto ocurre en esa suerte
De cuarta dimensión, que es la memoria.

En ella y sólo en ella están ahora
Los patios y jardines. El pasado
Los guarda en ese círculo vedado
Que a un tiempo abarca el véspero y la aurora.

¿Cómo pude perder aquel preciso
Orden de humildes y queridas cosas,
Inaccesibles hoy como las rosas
Que dio al primer Adán el Paraíso?

El antiguo estupor de la elegía
Me abruma cuando pienso en esa casa
Y no comprendo cómo el tiempo pasa,
Yo, que soy tiempo y sangre y agonía.

Borges, Jorge Luis

El gran escritor argentino fue un enamorado de esta ciudad, donde pasó muchos veranos de su infancia, y a la que le dedicó un libro de poemas que lleva su nombre. He aquí algunas de las impresiones que nunca olvidó, a pesar de haber recorrido el mundo gracias a su labor literaria:
"Durante los años de mi infancia pasábamos los veranos en Adrogué, a unos quince o veinte
kilómetros al sur de Buenos Aires. Allí teníamos residencia propia: una vasta construcción de una planta, con terrenos, dos cabañas, un molino de viento y un peludo ovejero marrón. Adrogué era entonces un remoto y apacible laberinto de casas de veraneo rodeadas por verjas de hierro, con parques y calles que irradiaban de las muchas plazas. Impregnado por el ubicuo aroma de los eucaliptos". (1983)
"En cualquier parte del mundo en que me encuentre cuando siento el olor de los eucaliptos,
estoy en Adrogué. Adrogué era eso: un largo laberinto tranquilo de calles arboladas, de verjas y de quintas; un laberinto de vastas noches quietas que mis padres gustaban recorrer. Quintas en las que uno adivinaba la vida detrás de las quintas. De algún modo yo siempre estuve aquí, siempre estoy aquí. Los lugares se llevan, los lugares están en uno. Sigo entre los eucaliptos y en el laberinto, el lugar en que uno puede perderse. Supongo que uno también puede perderse en el Paraíso. Estatuas de tan mal gusto y tan cursis que ya resultaban lindas, una falsa ruina, una cancha de tenis. Y luego, en ese mismo hotel "LasDelicias" un gran salon de espejos.
Sin duda me miré en aquellos espejos infinitos. Muchos argumentos,  muchas escenas, muchos poemas que he imaginado, nacieron en Adrogué o se sitúan en ella. Siempre que hablo de jardines, siempre que hablo de árboles, estoy en Adrogué; he pensado en esta ciudad, no es necesario que la nombre". (1981)


Hotel "Las Delicias"
Fue inaugurado el 1 de diciembre de 1872 luego de que Esteban Adrogué diera este nuevo
destino a su hasta entonces vivienda, respondiendo a la necesidad de instalarse de las familias pudientes que se acercaban a este pueblo con el propósito de edificar casas de campo, y al deseo de Don Esteban de convertirlo en una villa veraniega. Así, en 1873, el Hotel "Las Delicias", era un refugio de veraneo preferencial de ilustres personajes de nuestra historia. Visitar el lugar, alojarse en dicho edificio era una distinción muy valorada en la época. Sarmiento, presidente de los argentinos desde 1868 a 1874, fue uno de los que supo gozar de sus comodidades, pudiendo comprobar la razón que tuvo aquel amigo de Esteban Adrogué, el Sr. Ochoa que, eufórico ante ese esplendor, exclamara su famoso "esto es una delicia", dando motivo así para que Don Esteban encontrara el nombre apropiado para ese lugar de descanso.



Vista desde el parque del antiguo Hotel Las Delicias

Calle Esteban Adrogué desde la esquina de Somellera.Al fondo se ve la entrada del Hotel



Estatua frente al hotel las delicias


En la Plazoleta del Pasaje Las Delicias se encuentra la efigie de Diana, una de las dos
estatuas que originalmente enmarcaban el acceso principal a Castelforte y con posterioridad adornaban el Hotel "Las Delicias".


Fuente que adornaba el Hotel Las Delicias

El primer suicidio de Jorge Luis Borges

En el verano de 1935 el escritor Jorge Luis Borges, por entonces un oscuro bibliotecario de36 años, estaba perdidamente enamorado de una señorita, que lo rechazó de un modohiriente, y por ello decidió suicidarse. En una armería de Buenos Aires, lejana a su casapara que no lo reconocieran, compró un revólver, y en un almacén una botella de ginebra Bols. Luego, fue hasta la estación Constitución y sacó boleto para el primer tren hacia Adrogué,pasaje de ida solamente. Se alojó en el hotel La Delicia (fotos) que en esa época era unode los lugares favoritos de los porteños de clase alta para pasar el verano. 
Eligió, con humor negro, la habitación 48 (Il morto qui parla) y pidió no ser molestado. Era febrero, el calor agobiaba y la lluvia caía a baldazos. Sin desvestirse, se acostó en la camaen la zurda la botella de ginebra, que bebió entera, y en la diestra el revólver, que se llevóa la sien y apretó el gatillo.
Los nervios o el alcohol, o ambas cosas, hicieron que la bala sólo rozara su cabello, sinproducirle ni un rasguño. Anochecía. Comenzó a llorar, tuvo miedo de sí mismo, vergüenza por el fracaso y supo que no se mataríaese día. Salió tambaleante a la lluvia, con el revólver aún en la mano, lo tiró en un zanjón y
volvió a su casa porteña, en donde nada dijo. Mucho después contó lo sucedido a su amigoManuel Peyrou. María Esther Vázquez, también amiga de Borges, cuenta la anécdota en sulibro "Borges, esplendor y derrota". Vázquez consigna otro intento de suicidio, tambiénfrustrado, ocurrido en Madrid, en los años ’80.

lunes, 26 de septiembre de 2011

24/09/2011 - Jose Carreras en Adrogue







Este sábado Adrogué se vistió de gala y fue escenario de millones de miradas en los diferentes medios a nivel nacional. El tenor José Carreras es considerado uno de los tres mejores tenores del mundo, y el sábado a la noche brindó un espectáculo gratuito ante 100.000 personas en la Plaza Brown de Adrogué.
Se cortaron las calles cercanas a la plaza, había unas 15.000 sillas y el espectáculo empezó a las 20 hs. Fué un sábado muy distinto en Adrogué. Se hicieron calles peatonales, hubo pantallas gigantes tanto en la plaza como en calles aledañas a la misma. 
La calle Esteban Adrogué, donde hay varios restaurantes y bares fue convertida en peatonal, así los negocios ofrecieron mesas y sillas al aire libre sobre la calle para las familias que eligieron mirar el espectáculo desde una pantalla gigante.
Con la dirección orquestal del maestro David Giménez y acompañado por la soprano Marina Silva, el gran tenor cautivó al público y cosechó aplausos durante todo el concierto.
Se consagra así entonces Brown como "la ciudad de las artes y de las ideas", según palabras del intendente Giustozzi. Fue un concierto de nivel internacional que quedará en el recuerdo de todos los vecinos.
Desde el municipio se decidió no revelar el costo que tuvo el show y sus preparativos, más publicidad, que fue  mediante afiches en GBA y Capital Federal.

¿Quién es?


viernes, 23 de septiembre de 2011

Tarot Decamerone

Tarot Casanova





















El Tarot Erótico de Milo Manara




El rey del dibujo erótico nos transporta en una emocionante dimensión de nosotros mismos y de nuestros cuerpos. Inquietante, explícito, con escenas conmovedoras que hablan de las muchas alegrías del sexo y el amor, los sueños secretos, y la mayoría de inmencionables deseos. Las cartas también contienen los planetas y los símbolos del zodiaco, así como los cuatro elementos, útiles para descubrir respuestas astrológicas.
0 EL LOCO
I EL MAGO
II LA SACERDOTISA
III LA EMPERATRIZ
IV EL EMPERADOR
V EL SACERDOTE
VI LOS ENAMORADOS
VII EL CARRO
VIII LA FUERZA
IX EL HERMITAÑO
X LA RUEDA DE LA FORTUNA
XI LA JUSTICIA
XII EL COLGADO
XIII LA MUERTE
XIV LA TEMPLANZA
XV EL DIABLO
XVI LA TORRE
XVII LA ESTRELLA
XIII LA LUNA
XIX EL SOL
XX EL JUICIO
XXI EL MUNDO