"Existen algunas leyes y costumbres en este Imperio que son muy peculiares; y si no fueran tan distintas a las de mi querido país, estaría dispuesto a proclamarme en su favor.
También seria deseable que en mi país se ejecutaran con tanto celo. Lo primero a lo que haré mención se refiere a los informantes. Aquí todos los crímenes contra el estado se castigan con la mayor severidad; pero si la persona acusada demuestra su inocencia plenamente durante el juicio, el acusador es sentenciado inmediatamente a una ignominiosa muerte; y de sus bienes se compensa a la persona falsamente acusada en forma cuádruple por su pérdida de tiempo, por el peligro al que estuvo expuesto, por la dureza de su encarcelación y por todas las cargas asumidas para lograr su defensa. Si los bienes del acusador no alcanzan a cubrir todo esto entonces la Corona paga el resto.
Ven al fraude como un crimen mayor que el robo, y por lo tanto raramente lo castigan con penas menores a la muerte; porque, alegan, el cuidado y la vigilancia, sumados a un entendimiento común, pueden preservar los bienes de un hombre, pero la honestidad no tiene defensa contra el engaño habilidoso; y dado que es necesario que siempre haya un perpetuo intercambio de compras y ventas, y de comercio basado en el crédito, donde el fraude es permitido y se acepta, o donde no hay ley que lo castigue, el comerciante honesto siempre es perjudicado y el deshonesto logra su ventaja. Recuerdo que en una ocasión yo estaba intercediendo ante el Rey a favor de un criminal que habla engañado a su patrón apropiándose de un dinero que se le había confiado para completar una diligencia. Le expresé a su Majestad, como atenuante, que se trataba solo de una falta contra la confianza depositada por el patrón. EI Emperador pensó que era monstruoso de mi parte ofrecer como defensa al mayor agravante del crimen; y verdaderamente me quedé sin nada que retrucar, mas allá de la conocida respuesta de que países diferentes tienen costumbres diferentes; por lo que confieso me sentí profundamente avergonzado.
A pesar de que reconocemos que los dos pilares sobre los que descansa el buen gobierno son el premio y el castigo, todavía no he podido observar que esta regla se ponga en practica en ningún país exceptuando a Lilliput. Quienquiera que pueda demostrar con pruebas suficientes que ha observado estrictamente las leyes del país durante setenta y tres lunas, tiene el derecho a reclamar ciertos privilegios, y a una suma de dinero proporcional a su condición y calidad de vida, que sale de un fondo apropiado para ello.
Asimismo adquiere el titulo de Snilpall, o Legal, que se añade a su nombre, pero no se transfiere a sus descendientes. Cuando yo les manifesté que que nuestras leyes eran observadas solo por el castigo inherente a su no cumplimiento y que no existe premio por cumplirlas, estas gentes pensaron que ello es un grave defecto de nuestras políticas. Es por esto que la imagen de la Justicia en las cortes de este país tiene seis ojos, dos en la frente, dos en la nuca y uno a cada lado de la cabeza simbolizando que ve hacia todos lados; con una bolsa de oro abierta en su mano derecha y la izquierda aferrando el pomo de una espada envainada, para demostrar que esta mas dispuesta a premiar que a castigar.
Al seleccionar personas para los diferentes empleos, aprecian mas la moral sana que la gran habilidad .... "
Jonathan Swift
"Los Viajes de Gulliver"